La Vida Religiosa  es una Consagración Especial

"La consagración es la base de la vida religiosa. Al afirmarlo la Iglesia quiere poner en primer lugar la iniciativa de Dios y la relación transformante con Él que implica la vida religiosa. La consagración es una acción divina. Dios llama a una persona y la separa para dedicársela a sí mismo de modo particular. Al mismo tiempo da la gracia de responder, de tal manera que la consagra­ción se exprese, por parte del hombre, en una entrega de sí profunda y libre"[1].

 

Dice la Lumen Gentium que el cristiano por los votos "hace una total consagración de sí mismo a Dios, amado sobre todas las cosas"[2], y la Perfectae Caritatis nos enseña que los religiosos "se consagran de modo particular a Dios"[3]. Consagración particular, consagración más íntima[4], consagración total, etc., están expresando la donación de sí mismos que hacen los religiosos a Cristo y que "abarca la vida entera"[5].

Esta consagración religiosa es imagen de la Trinidad: “es anuncio de lo que el Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu, realiza con su amor, su bondad y su belleza […] Por eso, su primer objetivo  es el hacer visibles las maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas”[6]. Es también cristocéntrica: una adhesión que permite conformar con Cristo toda la existencia, mediante la práctica de los consejos evangélicos como el modo más radical de vivir el evangelio y de seguir a Cristo[7].

 

Realmente abarca la vida entera, ya que la vida religiosa consiste esencialmente en los tres votos de pobreza, castidad y obediencia[8], por los cuales se entregan a Dios los bienes exteriores, el derecho a formar una familia y la libertad, que es lo más querido para el hombre. De tal modo que al religioso no le queda absolutamente nada. Enseña Santo Tomás que “se llaman por antonomasia religiosos los que se consagran totalmente al servicio de Dios, ofreciéndose a Él en holocausto. Por eso dice San Gregorio: 'Hay quienes nada se reservan para sí: su pensamien­to, su lengua, su vida, todos los bienes que poseen, los inmolan al Dios todopoderoso'”[9]. En el holocausto la víctima ofrecida a Dios es inmola­da. La inmolación implica la destrucción total de la víctima en honor de Dios. El religioso se inmola a Dios en holocausto siguiendo a Cristo pobre, virgen y obediente hasta la muerte de cruz.

Pero más que una destrucción, debemos hablar de una positiva transformación. El religioso lo entrega todo para alcanzar la caridad perfecta que le hará poseer a Dios íntima y plenamente. De tal manera que "movidos por la caridad... viven más y más para Cristo y su Cuerpo, que es la Iglesia"[10]. En él se cumple del mejor modo aquello del Kempis: "Déjalo todo y lo hallarás todo"[11].

 

Se trata de entregarlo todo, pero no como fin en sí mismo, sino para verse libre de todos los impedimentos que podrían apartar de la caridad perfecta[12] y por tanto en orden a una consagración más íntima a Dios y una entrega nueva y especial al servicio de Dios y a la misión salvífica de la Iglesia. "El estado religioso ha sido constituido principal­mente para alcanzar la perfección a través de ciertos ejercicios que destruyen los obstáculos que se oponen a la perfección de la caridad"[13].


[1] EE, 5.

[2] LG, 44.

[3] PC, 1.

[4] Cf. LG, 44.

[5] PC, 1.

[6] Cf. VC, 20.

[7] Cf. VC, 16.18.

[8] Enseña el CIC que: un Instituto religioso es una sociedad cuyos miembros... emiten votos públicos... y viven vida fraterna en común. Cf. CIC, c. 607, §2.

[9] S. Th., II-II, 186, 1c.

[10] PC, 1.

[11] Imitación de Cristo, c.32

[12] Cf. LG, 44.

[13] S. Th., II-II, 186, 1, ad 4. Cf. CIC, c. 607, §1: "De este modo el religioso consuma la plena donación de sí mismo como sacrificio ofrecido a Dios, por el que toda su existencia se hace culto continuo a Dios en la caridad".

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