Testimonio apostólico de la vida contemplativa

En Santa Teresa de Jesús se aúnan la plenitud mística y espiritual con una colmada fuerza apostólica: “El aprovechamiento del alma” –dice en el Libro de las Fundaciones–  está en amar mucho. ¿Cómo se adquirirá este amor? Determinándose a obrar y padecer, y hacerlo cuando se ofreciere” (Fundaciones, 5). Como lo dice expresamente el Autor del libro Del Santo Abandono: “El amor, en efecto, no vive tan sólo de lo que recibe; vive más aún de lo que da; su mejor alimento será siempre el sacrificio” (D. V. Lehodey)

Y ciertamente que la religiosa contemplativa se da, se da totalmente y por eso, da un testimonio de entrega apostólica, silencioso y elocuente:

-Testimonio de total consagración a Dios.

-Testimonio de la dedicación de la alabanza a Dios.

-Testimonio de pobreza extrema.

-Testimonio de vida comunitaria en caridad fraterna

 

Testigos desconocidos de lo trascendente, del Amor que trasciende las puertas y las rejas de nuestros claustros:

Ciertamente si una persona se dedica a la vida apostólica, dando testimonio público de Jesús conoce y es conocido de muchas personas, hace amistades, conoce incluso gente de muchas naciones, aunque eso le traiga aplauso o persecución. Y este despliegue de sus capacidades personales, a la vez que es un instrumento valioso de evangelización puede transformarse en un obstáculo si no hay una continua vigilancia. El misionero, la misionera se tendrá que cuidar siempre del orgullo y de la vanidad. Mil persecuciones y trabajos le ayudarán a purificar totalmente su intención.

 

El testimonio apostólico de los contemplativos, por el contario es casi anónimo. Al pasar por un convento o un monasterio, la gente sabe que “ahí hay monjas”, que ahí dentro hay monjes, pero frecuentemente no conoce personalmente a quienes viven ocultos en el claustro. Y esto los constituye en “voz que clama en el desierto”. Es dar vida a las palabras de Juan Bautista “Es preciso que Él crezca y que yo mengüe”. Como lo expresó el admirable e incansable apóstol San Alberto Hurtado: “En el mundo de lo invisible, lo que en apariencia no sirve, es lo que sirve más”

Testigos espirituales

La vida activa y apostólica requiere normalmente usar no sólo medios sobrenaturales, sino también de abundantes medios naturales, basta pensar en cualquiera de las actividades de una parroquia, de un Colegio, de un encuentro con jóvenes, etc. Y muchas de las obras apostólicas, educar niños, cuidar enfermos, etc., tienen sin duda un significado por el cual esas obras resultan claras y valorables hasta de las personas que no tienen fe.

El testimonio de los contemplativos es inefablemente sobrenatural, espiritual, teológico y escatológico, tanto por lo que se refiere a los medios empleados, como por la misma oración constante, la alabanza de Dios, la intercesión por los hombres, la expiación oculta y silenciosa “creer que Dios admite a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos, es disparate” (Santa Teresa de Ávila, Camino de perfección 18,2). Todo esto es el secreto de las obras santas. Este es el testimonio al que el Santo Padre San Juan Pablo II llamaba “necesario para el mundo y para la Iglesia”.

Como tantas veces hemos escuchado, las comunidades contemplativas por la oración de intercesión, por el mérito de sus buenas obras, por la expiación penitencial que ofrecen, y por el testimonio evangélico que dan con su vida, no se alejan de la Iglesia, sino que desde su mismo corazón, hacen una contribución apostólica de una inmensa eficacia: “enriquecen al pueblo de Dios con frutos espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras apostólicas con una fecundidad misteriosa”.

Concluimos con una cita de San Juan Pablo II, que resume

“Esa fecundidad apostólica de vuestra vida procede de la gracia de Cristo, que asume e integra vuestra oblación total en el claustro. El Señor que os eligió, al identificaros con su misterio pascual, os une a sí mismo en la obra santificadora del mundo. Como sarmientos injertados en Cristo, podréis dar mucho fruto (Jn 15,5), desde la admirable y misteriosa realidad de la comunión de los Santos”.

         ¡Rezamos por vosotros! ¡No dejéis de tender hacia la santidad!

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